Cuestiones culturales
No soy de esos anti-yankis que deambulan y abundan en los cafés y cantinas de ésta norteña ciudad.
Aunque no puedo ocultar mi desprecio por ese gobierno que eligieron y que encabeza un estúpido vaquero tejano, al cual hasta he llegado a soñar que lo matan desollándolo; no me considero anti-norteamericano.
Yo nací y crecí cerca de la cultura norteamericana (demasiado cerca), los primeros programas de televisión y caricaturas que vi, fueron en inglés y después de aprender a decir cabrón e hijo de la chingada, aprendí a decir: fuck you.
Cuando escuchaba la radio -desde 1989 que renuncié a ella- siempre fue en inglés.
Las únicas revistas que en mi adolescencia (el internet era entonces un sueño futurista) me ponían al tanto de los conciertos y novedades discográficas de mis grupos de música favoritos, siempre fueron gringas.
El mandado -como decimos los norteños- o la despensa, mis padres siempre lo hacían cruzando la frontera (en el otro lado). Baste decir que los cornflakes hechos en México, los conocí ya entrado en la adolescencia y que no tenía idea de quién era Jacobo Zabludobsky hasta que cumplí 11 años, cuando se retransmitíó por primera vez la señal del Canal 2 -el canal de las estrellas- de Televisa.
El 90% de mis discos los he comprado en "el otro lado" y cuando compro ropa, también la compro en Estados Unidos, por estar más barata y por tener más de dónde escoger. Al "otro lado" fui dos años al College y hasta me acostumbraron a comer justo al medio día "lunch time". Un horario bastante exótico para comer en México, dónde se desayuna temprano y se come no antes de las dos de la tarde.
Mi virginidad se la llevó una bella norteamericana, en aquel entonces de 15 años y Nueva York es una de las ciudades más emocionantes en las que he estado.
Por todo lo anterior y mil ejemplos más, que incluyen el hecho de acabar de firmar dos discos más para una compañía disquera norteamericana, ser anti-yanki, no me va bien. Sería algo así como escupir para arriba y voltear al cielo.
Todavía recuerdo lo emocionante que era tener 8 años e ir a Disneylandia con mis padres y después parar a comer hamburguesas en el Mc Donald´s. Ya cuando tenía entre 13 y 15 años en lugar de ir a Disneylandia, le pedía a mis padres que entráramos a la Licorice Pizza, la primer tienda de discos cerca de la frontera, con novedades europeas entre las que se incluía todo el catálogo de la 4AD y la Wax Trax de Chicago.
A los 16 me iba con mis amigos en trolley y en camión en busca de ropa darkie y creepers a la Berlin Wall de Chula Vista, lugar que atendía una hermosa chica post-punk llamada Princess , que nunca me peló. Después de comprar camisetas, zapatos, pintura negra para el pelo y discos, rematábamos comiendo justo enfrente, en la Fudruckers. Eso sí, fuimos darkies, new wavers , mod´s y demás, con el pelo pintado de negro, la ropa negra, el pelo largo y zapatos doblesuela rojos y morados, sin faltar las botas Dr. Marten´s, pero nunca cometimos la ridiculez de ser vegetarianos o católicos.
A pesar de mi apego por muchos usos y costumbres que son evidentemente "norteamericanos", repudio algunas cosas de su cultura con fervor, entre ellas: El Ketchup (cátsup) y El Queso Amarillo, que en realidad no es queso, sino un extraño engendro del plástico, que se come.
Estos son dos de los inventos culturales norteamericanos que desprecio...
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