Músicos y literatos
Me encanta leer a los intelectuales cuando derrochan todo su acervo neourológico para disertar acerca de un grupo de música pop (como Radiohead), casi nunca tienen razón en nada, pero es regocijante leerlos con sus sesudos comentarios y eruditas conclusiones.
Si supieran la verdad sobre el proceso creativo que da como resultado una canción, se asombrarían del nivel de azar que habita en ellas.
No hay música sin azar y a veces lo que es un accidente sonoro, da como resultado una magnificente teoría sobre su fabricación.
Aquí radica el lado sublime de la realidad en la composicón musical, la cual tiene mucho que deberle a la dromología, es decir al discreto encanto del accidente.
No he sabido de canción alguna que haya quedado finalizada, tal y como fue concebida. Toda teoría musical preconcebida sobre una composción, se derrumba en el proceso de su creación.
La música está genéticamente predispuesta a a ser modificada en su proceso. Es un ser vivo que cambia con el tiempo, ese tiempo que traza el camino entre idea-composición-resultado final.
Cada día estoy más convencido de que la música y la literatura viven y conviven en un amasiato perfecto: ninguno de los dos se entienden, pero se aman demasiado como para aceptarlo (y lo publican).
Algunos teóricos musicales me sorprenden saberlos tan seguros sobre las intenciones del músico y su propuesta, y aunque en sus bellas masturbaciones mentales no dan cabida a lo trascendente que es la experimentación azarosa de último segundo, esa que cambia por completo el resultado final de una canción, sigue siendo alucinante leerlos.
Y como alguna vez dijo un famoso músico setentero: "escribir sobre música, es como bailar arquitectura."
Entonces que hago yo escribiendo sobre música: no se...
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