Laberinto
En 1988 Leonel tenía una tienda de discos y regalos (así decía el letrero) llamada Laberinto en el cetro comercial Otay. Su esposa envolvía muñecos de peluche, vendía globos con helio y otras excentricidades en el primer piso. Él estaba en el segundo, donde al subir las escaleras, te encontrabas con el esplendor de felicidad que produce en un melómano, el ver selectos discos difícles de conseguir por estas tierras en aquella era. Era la época pre-internet así que nada de compras en línea, ni Pay Pal, ni Ebay. Estábamos tirados a nuestra suerte. Y aunque parezca una comedia de ficción, hasta el Chopo nos causaba envidia. La única opción (casi siempre dolorosa) era la de ordenar los discos de España, Inglaterra o Alemania, a través del Correo Mexicano, que además de ser extremadamente caro, era un juego de probabilidades en contra del que así lo decidía.
No hay nada más surrealista en México que el Servicio Postal Mexicano. En 1990 recibí un paquete que contenía 5 discos españoles, situación que no debería ser extraña, sino fuera porque el pedido lo hice a finales de 1988. Cuando recibí los discos ya estaban agotados, descatalogados, en el argot de los coleccionistas, en toda España. Ese fue mi único consuelo, el acabar de recibir discos súmamente difíciles de conseguir para entonces.
El Aviador Dro, La Dama Se Esconde, y Heroica eran los nombres de los grupos. Éste último, el cual sólo editó un disco, se lo quedó una ex-novia que no paraba de escuchar la canción Arde Roma. Me maravillaba saber que ella podía disfrutar tanto o más que yo de mis discos, pero en verdad extraño ese LP. Cuando terminamos recordé que ella tenía varios discos míos y un par de libros, pero por miedo a parecer infantil y no ser cool, decidí no pedir nada. Me dí la media vuelta con mi dignidad y mi supuesta madurez intacta, pero ahora sufro por no saber mía esa joyita de la música pop. Arde Roma.
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