jueves, marzo 22, 2007

ahorita

Piazzolla al fondo, un poco de tabaco (puro, no cigarrillo) y la mente en algún lugar imaginario. La realidad como una secuencia que se bifurca hacia afuera y hacia adentro. Lo que está allá en las calles y lo que llevo cargando en el alma o la cabeza o eso que los cursis llaman: el corazón. Pensando siempre en lo mismo y en cosas nuevas. La ventana abierta, hace frio, la voy a cerrar en cuanto acabe de fumar. La ceniza en un cenicero de cristal y una noche que quiso ser vaga y terminó contenida en casa. Por la tarde corrí en la máquina y después me preparé un jugoso bistec mientras escuchaba el noticiero. Lo mismo de siempre, los mismos de siempre, diciendo lo de siempre y quejándose como siempre. Idiotas!

Pero ahora todo es calma escuchando ese bandoneón. Ya no me muevo, ya sólo fumo un poco, con el gusto con el que se aspiran nuevas ideas y se recurre a viejas nostalgias a la vez.
Muy ad-hoc con esta noche de calles mojadas. Escucho estas canciones como testigo de un milagro a pesar de que el sonido son sólo vibraciones en el aire. Todo eso que me enloquece de felicidad a veces y otras me pone al borde de todos los bordes y que llaman música, son simples vibraciones en el aire. Sólo eso...
Para hacer música se debe respirar música. No hay buen músico que no sea melómano. El músico que no es melómano es un farsante o un pobre desgraciado.
El puro está a punto de morir y a punto de quemarme los dedos, el disco de vinilo de la película Sur también está apunto de dar sus últimas vueltas a 33 1/3 revoluciones por minuto. Llegó la hora de acabar también con este post, mientras escucho de nuevo, pero como si fuera la primera vez, Naranjo en Flor en la voz de Goyeneche. "El Flaco", Roberto Goyeneche.

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