lunes, febrero 20, 2006

Las Urueta: mi madre y mi abuela

Hoy visitaré a mi madre. Desde hace unos meses, mi madre vive en una vieja casa de Rosarito a la orilla de la playa. Creo que después de los cincuenta (y si se puede antes), no hay nada mejor que vivir a la orilla de la playa, a no ser que a un maldito tsunami se le ocurra hacer presencia. Yo más pronto que tarde también viviré a la orilla de la playa o por lo menos desde un cerro en dónde pueda ver el mar.
Ver y escuchar el mar siempre ha sido mi mejor terapia, cuando no se qué hacer con mi vida, una caminata escuchando el mar me aclara las ideas. Si todos pudieran escuchar el mar por las tardes, no existirían los sicólogos. El mar es sabio. El mar sabe.

Hoy fui a caminar por la playa, dejé mis zapatos y mis calcetines en la orilla y corri hacia el mar. Mojé mis pantalones hasta las rodillas mientras tiraba patadas a las últimas olillas que reventaban en la orilla. Qué bien se siente eso! A pesar de que el agua estaba como para enfriar el infierno, yo reía como un desadaptado. Y es que eso soy, un desadaptado feliz, con momentos de tristeza.
Me sentí niño de nuevo y recordé a mi primer mascota (un perro. Believe it or not! Aunque desde hace muchos años se que soy eso que llaman cat people). Recuerdo que solíamos ir a la playa con mi abuela. Yo tenía cuatro o cinco años y mi abuela me cargaba en hombros y corriamos (es un decir, la que corría era ella) hasta que Tarzan (el perro güero de raza indefinida y pedigrí dudoso) nos alcanzaba y nos tumbaba a los dos en la arena. Reímos mucho mi abuela y yo y nos parábamos de nuevo para volver a correr hasta que Tarzán nos tumbara de nuevo. Hasta hoy, creo que es el mejor juego que he conocido. Y eso que jugué el Atari 2600 desde el año en que salió.
Mi abuela murió el año pasado en sus noventa y tantos. Llegué a su casa justo cinco minutos después de su muerte y me acordé de lo bien que la pasábamos huyendo de Tarzán. Esa misma noche fue su velorio, pero yo no fui. No pude, porque no soporto los velorios. Prefiero seguir recordando los paseos por las playas de Rosarito.

Hablando de mares, aquí uno de los mejores poemas que he leído sobre el mar:

Invocación al mar (fragmento)

"No es agua el mar, es fuego
incendio de la ola en su marea
no es agua el mar, es brasa
hoguera insomne, antorcha de viajero
no es agua el mar, es lumbre
escaldación infausta, sol hirviente
no es agua el mar, sí quema.

¿Qué palabra contiene
su furia y su prodigio?
¿Qué palabra la fija
lo acecha en su espesura?
¿Qué palabra sujeta
el temple de su orilla?
Qué palabra es el mar
que nombra su sonido?


Agua lustral, espumoso veneno
fresca gota de sangre, miel calada
río ancho, indócil, petulante..."

Mario Bojórquez (1995).

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