lunes, octubre 25, 2004

receta para un suicidio a toda velocidad en Tijuana





Cuando caiga la noche, inventa un motivo para celebrar. Compra tres botellas de vino, de preferencia un buen tinto. Si ésta puede ser la última celebración de tu vida, no vas a querer despedirte del mundo con vino corriente corriendo por tu sangre, valga la cacofonía. Si traes para un burdeos o uno de la ribera del duero, no escatimes esos billetes que habías guardado para pagar la luz, la renta o el gas, date ese último placer del paladar que tantas veces pospones por ser una persona responsable.
Reúnete con alguién que te caiga bien y escucha un poco de música, llévala tú sino confías en sus gustos musicales, y mientras te acomodas en un cómodo sillón -otra vez la maldita cacofonía- bebe lentamente ese rojo elixir que brota de la tierra. Despídete y toma la carretera que va del Centro a Playas de Tijuana. Prende el auto-estéreo en el cual dejaste lista para poner en PLAY, la canción Good Luck de Bassement Jaxx. Acelera hasta que el velocímetro marque 120 millas/hr y sube el volumen hasta el punto en que los bajos y el bombo de la batería saturen ligeramente las bocinas. Recuerda lo feliz que haz sido mientras metes el clutch y sientes que la palanca de velocidad, en la que pones quinta, es el principio y el fin del mundo.
Si no te mueres en el trayecto y logras llegar a tu destino, te sentirás más vivo que nunca y amarás por siempre esa canción de Bassement Jaxx que pudo haber sido lo último que escuchaste en tu puta vida.

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