Un día de otros
Ayer la tarde llegó cargada de reencuentros y nostalgias, me cité en un restorán-cantina con un amigo venezolano, con el cual alguna vez, compartí su luna de miel y la de su esposa (aunque no a su esposa, aclaro). Nada kinky, fue más bien una situación del destino que al vivirla no resultó tan descabellada como ahora me parece al contarla.
Después del súbito abandono de una pareja de gringos problemáticos y de una chica que decidió regresarse a su pueblo. Fui el último sobreviviente del petit comité de amigos invitados por los lunamieleros, a pasar una semana en una remota isla venezolana, donde las langostas son más grandes que los perros callejeros y dónde esnorquelear es tan común como platicar del mar.
Íbamos volando de Valencia hacia Isla Margarita, María (llamémosle así, porque no recuerdo cómo se llamaba) era la protagonista de una cita a ciegas arreglada por mis amigos venezolanos con la firme esperanza de que nuestras mentes y nuestros cuerpos se hicieran compañía, por lo menos, durante los isleños días. Ya después, sólo el internet sabe a dónde nos podría llevar nuestro arreglado encuentro de amor sudamericano. Desafortunadamente, la realidad casi siempre es más cruda que los buenos deseos y mucho menos cursi.
El plan falló desde el momento del despegue, literalmente hablando.
Ella, para aligerar su pánico a volar en avión me comenta mirándome a los ojos fíjamente, mientras movía su abundante melena de un lado a otro y mientras dibujaba en su rostro el gesto más agradable de su repertorio seductor:
----me caen bien los mexicanos
--a mí también, aunque no todos.
----a mí me gusta mucho Arjona
-- a mí no. A mí se me hace que es un cantante cursi y sensiblero y no es que no me gusten los cantantes cursis y sensibleros, lo que no soporto del tal Arjona son sus aires de seudo-poeta con los que se pasea por la vida. Creo que lo único que hay peor que Arjona es un grupo de Heavy Metal.
Hay días en que la tolerancia no es mi mayor virtud y después de nuestra cándida y pasional conversación de "first date" donde le revelé -por su propio bien- que Arjona si acaso era un cantante de peñas, en su versión más ligth y triste y no un poeta como ella imaginaba; al tocar tierra, ella decidió cambiar su vuelo de regreso a Valencia para el siguiente día.
Y así fue como en un dos por tres me quedé sin chica segura y sin la posibilidad de un fugaz encuentro de amor a la venezolana.
Quedamos cinco, los lunamieleros, una pareja de gringos amigos de ellos y yo. Todo iba bien, hasta que en el auto rentado, comenzamos a platicar sobre los threesomes o menage a trois, y no porque estuvieramos pensando dar rienda suelta a nuestras pasiones, sino más bien era una plática cualquiera, como preguntar si te gustan más las hamburguesas o los hot dogs mientras transitábamos las calles en busca de un lugar para pasar nuestras noches. Uno por uno íbamos confesando que el menage a trois no estaba incluido en nuestros respectivos menús personales de pasión, hasta que llegó el turno de la gringa, que en un momento de arrebato confesional, nos empezó a platicar con lujo de detalle que ya quisiera el más meticuloso cirujano, de sus varios encuentros con dos hombres a la vez y de lo excitante que fue para ella, el sentirse agredida y acariciada al unísono por dos falos erectos y participativos. Baste decir que su romántico viaje por Isla Margarita culminó en ese preciso instante y después de una larga pelea se vieron obligados, por los celos y la pena ajena, a largarse de la isla..
Y así fue como quedamos tres, los lunamieleros y yo. Rentamos una cabaña de dos habitciones, sala, patio y vivimos utópicamente felices, platicando, comiendo, leyendo, escuchando música y tomando vino y cervezas, mientras recorríamos la isla y sus alrededores.
Recuerdo que en aquel entonces(1998) había conseguido un disco bootleg de Portishead con canciones no grabadas en algún disco oficial y unos días antes en Caracas, habia comprado un libro de Mario de Sa Carneiro que incluía una carta que Pessoa había escrito en ocasión de su muerte a manera de prefacio. Esa carta me dejó conmovido hasta los huesos y Portishead era la música de fondo exacta para exarcebar el momento. Es increíble como a pesar de los 74 años que separaban al texto de la música, en ese momento me parecía que eran sublimemente complementarios, y terminé imaginando que Pessoa, además de redactar la carta, también había hecho la música de ese disco inconseguible.
Pasaron los días, viajamos a otras islas, y una tarde, descansando abordo de un catamarán que nos llevaba de Isla Margarita a Isla Coche estaba yo tranquilo, exponiendo mi panza al radiante sol para que cambiara su color, y mientras recapacitaba sobre lo insoportable que fui para la chica fan de Arjona, prometiéndome a mi mismo ser un poco más prudente en el futuro, que al fin y al cabo, de mal gusto no se muere nadie. Autoreflexionando me encontraba, cuando de la nada, una morena venezolana de bikini floreado y tetas voluptuosas, me jaló del brazo y sin darme cuenta ya formaba yo parte de un concurso por una botella de ron de dudosa calidad, mientras dejaba en alguna parte del catamarán mi pudor y mis reflexiones para ser una mejor persona, terminé haciendo lagartijas con la chica del bikini floreado encima de mí, mientras los otros turistas aplaudían mi osadía o quizá aplaudían el hecho de no ser yo en ese momento. Gané el estúpido concurso y prometí no volver asolearme en el área principal de dicha embarcación de nuevo.
Regresé a Caracas un par de días más, repartí el disco de Nona Delichas y ejemplares del Cha3 "el nuevo sueño de la gallina", en el cual aparecía la primer canción que grabé con Hiperboreal, por distintas librerías. Por la noche, fui a dos clubs de música electrónica y como ya no tenía dinero ni para el taxy, sólo tenía mi boleto de avión, caminé más de 20 cuadras del club al hotel, en una calurosa noche venezolana, mientras recordaba la belleza de los hermosos cuerpos al bailar y su manía de comerse las "eses" al hablar..
Ahora que veo las noticias de un país que se resquebraja ante las obsesiones de un dictador, sólo puedo pensar en lo asombroso de El Ávila, en sus playas, y en ese país que alguna vez fue como yo lo viví. Qué pasó pajúo? Cómo está la vaina?
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