viernes, noviembre 29, 2002

En el pais de Andrés Caicedo

"de seguro te han de estar cayendo un montón de viejas, verdad?"
Eso me dijo mirándome a los ojos mientras su cara esbozaba una sonrisa que iba de la ternura a la lujuria en menos de dos segundos.
Yo dejé de platicar con la reportera que se parecía a Andrea Echeverri y me quedé mirándola consternadamente sorprendido ante tan sensual atrevimiento, sólo para escuchar la segunda parte de su valiente introducción: "pues no me importa, porque a mí me gustas".
Obviamente, con ese fulminante aguijonazo verbal, no pude hacer otra cosa sino jalarla de la cintura y acercar su cuerpo al mio.
Pasaron menos de 2 minutos y mis manos ya jugaban con sus nalgas y yo me sentía como todo un Casanova post/electronic super star, ante la mirada atónita pero aprobatoria de mis acompañantes de viaje.
Somos unos exhibicionistas de tercera, no se qué me excitaba más, si la chica, o el hecho de que me vieran.
Le ofrecí una cerveza y ella aceptó con esa misma sonrisa que momentos antes me había hecho caer rendido ante lo que los gringos llaman pick up line (malditas palabras),
estiré la mano hacia la barra y ordené dos cervezas, después de todo nos las daban gratis y yo me sentía radiante esa noche,
Al dar la media vuelta para entregarle la Heineken tipo cahuama que venden en el club La Sala, ella se besaba apasionadamente con otra chica.
Yo no sabía si llorar o aplaudir, si hacer un zoom y quedarme allí como un voyeour o dar la media vuelta y buscar a una mujer decente, como diría mi madre.
Lo radiante y lo cool se me esfumaron, me sentí como un disco de vinilo rayado, atorado en el mismo surco, tocando tres notas que brincan una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez.
Lo uncool se apoderó de mi, necesitaba tiempo, volví mi mirada a la barra y le pregunté a la reportera clon de la aterciopelada
qué donde estaba su chico, era una pregunta estúpida que de verdad no me interesaba en lo m'as mínimo la respuesta, pero quizá me daría el tiempo que necesitaba para saber que hacer con la bella bisexualita, o por lo menos que decir.
Sinembargo, la respuesta de la reportera fue otro golpe de perplejidad ante mi asombro norteño: "mi chico fue al baño a meterse coca, si quieres me avisas" Y en este momento me sentí como Condorito al final del cuento haciendo PLUF!
Por un lado estaba yo flanqueado por una bella bisexualita en arrebatado goce carnal con otra chica y por el otro , por una comprensiva reportera que me indicaba que su novio se estaba dando un pasón de coca, como quién avisa que fue al Oxxo por la leche. Por qué las mujeres no son tan comprensivas en México?
Ahora sí se cumplía la mala prensa, el sueño de TV Azteca: sexo, drogas y música electrónica.

Yo lo único que pude (y supe) hacer es seguir tomando mi cahuama europea y esperar a que el escenario cambiara. Después de que la punkita dejó de besar a mi chica (puro idealismo platónico), yo me acerqué a las dos y hasta pedí una cerveza más para la tercera en discordia, que por cierto un día antes nos había paseado por todo Bogotá. De haber sabido que me iba a dar baje, mejor hubiera tomado un taxy.
La chica del cabello azul se fue y yo me quedé con la bella bisexualita, ella no dió explicaciones de nada (por qué las iba a dar?) y yo no se las pedí y finjí como si eso lo viera todas las noches. Bailamos un poco del Deep House que tocaba la DJ Camila y nos escondimos un rato tras la barra mientras mis manos no soltaban su cintura, pero en lugar de besarla y tratar de acariciar su cuerpo, por un extraño impulso que aún no comprendo, yo comencé a decirle lo mucho que me habían emocionado sus palabras - la seducción de las palabras diría Grijelmo- y ante su cara de desconcierto proseguí con el discurso sobre mi fascinación de la lengua, desafortuandamente no era la de mi boca, sino la lengua española.
Después del académico monólogo sobre lo bello que es el lenguaje y el idioma español , ella me convidó a volver a la pista y bailar otro poco. Hice como que bailaba y luego me perdí en La Sala.
Al final de la noche me reencontré con ella y con la punkita agarradas de la mano y al ir a despedirme, las dos me miraron con una sonrisa compartida mientras al unísono me decían: quédate, quédate.
El hubiera no exite y cualquier posibilidad no es más que una suposición.
Caminé hacia la puerta de salida y después de un narco incidente tipo anécdota de Blancornelas, en la calle 14A tomé un taxy hacia el Hotel Bacata. Y al llegar al cuarto y ver la cama vacía imaginé que éramos tres.

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