jueves, noviembre 28, 2002

"...I want to be part of it New York, New York"

Despu'es de aquella cancelaci'on del concierto de año nuevo, por fin toqu'e en Nueva York
y de paso comprend'i la raz'on por la cual esta ciudad ha cambiado tantas conciencias.
Despu'es de tantas pel'iculas, despu'es de tantos libros, por fin pude subir a un taxi amarillo (los cuales transitan como hormigas por cada rinc'on) y decir: take me to Time Square.

La energ'ia de la ciudad es inverosimil: edificios que parecen montañas, taxis, puentes colgantes, t'uneles bajo el agua,
mujeres que van y vienen como en pasarela, vapor de las alcantarillas, luces que iluminan cuerpos enteros,
anuncios que se mueven, todo es grande o m'as bien gigante.
La ciudad moderna, la metr'opolis, el sueño (o la pesadilla) de Fritz Lang corre y nadie la podr'a calmar.
La ciudad indomable recorre la imaginaci'on y marca el beat de todas las piernas que por all'i deambulan, incluyendo las m'ias.
Uno, dos, tres, miente el que finge que todo es normal y que no pasa nada..Uno , dos, tres, siempre habr'a marcha en Nueva York.
El siglo XX fabricado por encargo. La selva de concreto (lugar com'un pero verdadero).
Ya no hay tiempo , he pasado demasiadas horas mirando hacia arriba de reojo para que nadie se de cuenta de que soy turista,
aunque mi camarita digital me delate. Ya no puedo m'as, tengo que aceptar lo inevitable, soy un maldito turista en Nueva York.
Veo, corro, me sorprendo, vuelvo a ver, compro, me dentengo un instante, pregunto la hora y me doy cuenta que es hora de volver al hotel,
all'i justo enfrente de lo que fueron las torres gemelas.
Paso frente a ese hueco que se abre entre edificios gigantes y que ahora llaman Ground Zero
y tengo la necesidad impulsiva de guardar ese recuerdo en una foto y por en'esima vez me siento como un simple y perplejo turista en Manhatan.
Pero al fin de cuentas Qui'en no lo es? Habr'a algui'en quiz'a, que se atreva a decir que esta ciudad superlativa le pertenece? No lo creo.
Ni Woody Alley, ni Scorcesse, ni Lorca, ni Bernad Shaw, ni John Gotty, ni Frank Sinatra, ni Wharhol, ni Cage.
Esta ciudad devora todos los egos y hace suyas todas las ideas brillantes.
Nunca habr'a talento m'as grande que Broadway, ni inspiraci'on m'as sublime que Central Park

Camino tras lo pasos de Hector Lavoe y de Afrika Bambaataa y me pregunto
si la m'usica que yo hago lograr'a provocar alguna reacci'on en la ciudad donde el asombro es el amanecer de todos los d'ias.
Atravieso Central Park y llego a la quinta avenida buscando la calle 89 donde me dicen que se encuentra el Guggenhein.
Entro al circular encuentro con la modernidad del arte y recuerdo a todos los "aritistas multidiscipinarios" de mi ciudad chiquita
y pienso en la Casa de la Cultura en la Altamira y en la Galer'ia del antiguo palacio municipal y sonrio ante tanta ingenuidad.
Pido un pretzel gigante(como todo en esta ciudad) y me siento en el lobby del Guggenheim a mirar la c'upula que est'a sobre mi cabeza
y pienso que a Carlitos Guti'errez le gustar'ia vivir por aqu'i cerca y comprar en Avenue of the Americas toda su ropa,
para cuando le pregunten, en d'onde compraste esos zapatos, poder decir: los compr' e en Nueva York,
mientras su yo interno dice: donde t'u nunca podr'as ir pinche naco.
Recuerdo tambi'en a los que huyeron del supuesto veloz ritmo de nuestra Ciudad T para "escapar del mundanal ruido"
y se establecieron en lugares donde la noche es solo un evento natural y la hora de dormir.
Y pienso si el estar aqu'i en lugar de fascinaci'on les provocar'ia ganas de tirarse del Brooklin Bridge.
Y al imaginarlos creo que yo en 30 años alomejor vivir'e como ellos,
alejado de todo y de todos, con una crecida barba blanca comiendo truchas
y seduciendo a las lugareñas con extraordinarias historias.

La vida corre y el d'ia tiene 24 horas en todos los lugares del planeta,
pero en Nueva York las horas son tatuajes rojos en el cuerpo,
los ojos son dos vitrinas que reflejan anuncios espectaculares,
y la energ'ia de estar vivo se encuentra tan solo con levantar la mirada.



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