lunes, noviembre 17, 2003

Constancia


NO me cabe la menor duda de que la mayoría de los escritores -o los que prentenden serlo- sufren de una elevada dosis de paranoia en sus vidas. Piensan que todo el mundo habla con envidia de ellos o su "obra", que todo el mundo quiere robarle sus textos o que al mundo entero le importa, si quiera, leer lo que estan escribiendo.
Si algún día te los encuentras en la calle, se fijan a detalle en la forma en que los miraste, la manera como los saludaste, el tiempo en que te despediste; para así alimentar sus fobias y traumas y re-construir en su extraño universo tocado por el delirio, una nueva historieta convertida en soliloquio.
Platican -enfermizamente- con ellos mismos. Ese es su problema y el principio de sus inestabilidades; el resto, es su gran dosis de ego y el creer que son personas importantes para todos los demás, cuando regularmente, sólo son importantes para ellos mismos.

La mayoría de las veces es más importante un buen taxista que un escritor.

Relájense, aflojen el duodeno y tómense un tafil...

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