martes, abril 15, 2003

Epifanía

No dormí casi y me levanté temprano, escribir la letra de una canción es más complejo de lo que parece.
El swing lo marcan los beats y todo se encadena al tempo y a las sensaciones que provocan las armonías
Llevo diez mil correcciones, pero parece que la versión final está por llegar.
El universo de posibilidades oscila entre lo cursi y lo dramático, entre el plagio, lo visceral, lo pedante y los lugares comunes. Ser moderno o exquisito? Alomejor hasta barroco. Inventar neologismos o conformarse con lo que existe? Hay que recordar algunas lecturas y olvidarlas al mismo tiempo.
Primera persona, tercera persona, singular o plural? Confesarse o exhibir? Responder o preguntar? Acaso reflexionar? Narrar como cuento o contar como una cámara cinematográfica, en imágenes?
He llegado a la conclusión de que esto de escribir letras de canciones es un juego de desafíos entre lo íntimo y lo público -y a veces lo púbico-.

Quisera ser compositor de letras de música norteña, así en décimas vertiría más fácil mis pensamientos, mis aficiiones, mis logros, mis gozos y mis rencores.
Las letras de canciones tienen las libertades que en la poesía da el verso libre, todo se somete a cadencias, y en este caso, a cadencias encadenadas a los beats de una caja de ritmos.
Maldito Mallarmé, tan hermosos que eran los sonetos.

Seguiremos desatormentándonos.

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