domingo, febrero 02, 2003

Post2

El silencio es una forma de dolor. Eso lo aprendí viviendo. Hoy ya no quiero recordar, pero entonces, su ausencia era un cuchillo lento que se incrustaba en mi mente desorientada.
Ayer salí para no pensar en el dolor, para no estar en mí. Bebí, baile y sentí que podía pasar la vida así, desatormentándome con una canción norteña.
Hoy se que no es cierto, que ni las norteñas, ni las electrónicas, calman por mucho tiempo los dolores del corazón.

Este día no lo viví encerrado en mi pequeño mundo de paredes azules y color ladrillo, esta tarde caminé por la playa y pensé en mi.
Casi nunca pienso en mí, la mayor parte del tiempo pienso en las cosas que debo hacer, en los pendientes y en los nuevos planes. También trato de aprender de casi todo lo que leo, aunque algunas cosas que leo son francas decepciones. Mi vida esta llena de manuales de operación, pero el único que no he comprado es el mío. Por eso casi nunca pienso en mí.
Aunque el reclamo más frecuente de las mujeres que he querido, es que soy un egoísta, y no con mis cosas, porque esas las regalo a cada paso, sino con mis sentimientos, dicen que soy un tacaño de expresiones amorosas. Y sí, tengo que aceptarlo, mi forma de querer no es convencional, ni detallista, ni pública. Pero es una forma de querer, chingado!. Si olvido mi cumpleños cada año, por qué esperan que me acuerde del suyo?

Sigo pensando que la frase más maravillosa que me dijo una ex en una carta es: "eres una mierda que lee muchos libros."
No me cabe la menor duda que el desamor es una fuente de inspiración literaria.
Cada día entiendo más a los sintetizadores y menos a las mujeres. Y cada vez pienso menos en el sexo que antes, creo que pronto llegará el día en que me será suficiente platicar con ellas.
Si a partir de hoy ya no tuviera contacto con mujer alguna, creo que lo que más extrañaría sería su voz.
Ni yo mismo me reconozco escribiendo esto. Recuerdo que hace tiempo, salía con una clasemediera que ya ni vive en este país, y no podíamos pasar más de 10 minutos solos, porque vivíamos las tardes haciendo el amor como conejos, buscábamos los más estrafalarios pretextos para alejarnos de sus padres y de sus hermanos y escondernos por allí a dar rienda suelta a las pasiones.
Ahora hay muchas noches en que pienso en dormir abrazado, austeramente abrazado y nada más. Y aunque me he permitido algunos arrebatos, pienso más en las conversaciones que en lo cuerpos. Nunca imaginé que llegara el día en que me reclamaran por sexo, y aunque formalmente ese día no ha llegado, creo yo que faltan cinco minutos.
Afortunadamente, siempre estarán las rockolas y las cantinas que lo curan todo, aunque por unas horas.

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