lunes, febrero 03, 2003

La música de mi vida. Episode I

Hoy ha sido un día de supremo desperdicio. He hecho prácticamente nada, sólo lo necesario para seguir vivo. Mi estómago no resistió el coctel mortal de comida española, cervezas en exceso y burritos de frijoles y me hizo pagar con creces. Entré a muchos sitios dónde podía encontrar reseñas de nuevos discos, sitios que a su vez me dirigían a otras páginas con disqueras que apenas hoy he descubierto y constato que sigo sintiendo la misma emoción hacia la novedad, que cuando era un adolescente y descubría un nuevo disco.
Espero morir con este mismo asombro hacia lo nuevo, es como una droga, aunque también tiene efectos secundarios, como el de vaciar tus bolsillos.
Lo peor que puedo escuchar es a esos que empiezan a hablar de música con clichés prefabricados como: "en mis tiempos..." o "es que la música de ahora..." o "antes sí había buena música pero ahora..." o "sigo comprando discos de los mismos grupos de hace 15 años" o "ya no he oido nada que me guste, por eso..." Qué tristeza haber dejado de buscar, encontrar y maravillarse.
Me recuerdan al abuelo de un apreciable amigo que decía que él ya no leía más libros, pero que cada año re-leía El Quijote. Maravillosa obra por cierto, pero de eso a dejar de leer otros libros para seguir leyendo y re-leyendo el mismo, pues es francamente: una estupidez.

Mis gustos musicales, desde que tengo 12 años, han sido guiados por la búsqueda constante hacia las novedades. Estoy convencido que la novedad es el placer más grande que mi cuerpo y mi mente pueden sentir. La música provoca cambios físicos en mí. Más de una vez la música me ha conmovido hasta las lágrimas y he sentido el derroche de adrenalina que recorre mi cuerpo con tan solo ver la portada de un disco que tengo mucho tiempo sin escuchar, un esperado estreno o uno que es muy difícil de conseguir.
Hasta hoy sigue siendo emocionante descubrir nuevos proyectos musicales, nuevos sellos disqueros y nuevas propuestas sonoras.
Es innegable que el hilo conductor de mis búsquedas musicales han sido moldeados por este incansable instinto hacia la novedad, siendo la música electrónica por su misma naturaleza (evolución o muerte) la que ha jugado un papel estelar.
Pero además de la electrónica en todas sus variantes, desde el tecno pop, la experimental, la minimal, el house, el drum and bass por citar algunas pocas, no dejo de admirar otros géneros musicales que me han hecho vivir una vida mucho más placentera y excitante (tanto en su acepción anglosajona como la hispanizada).
La música, sus conciertos, sus portadas, sus revistas y por supuesto sus discos, son tatuajes de placer que llevaré deambulando por el mundo hasta que me muera.
Para mi fortuna, hay muchos discos que marcaron mi vida y la siguen marcando, que me han dado y me siguen dando, instantes de gloriosa felicidad que sólo otro melómano puede comprender y compartir en largas sesiones auditivas y continuos "diálogos inconclusos".
En estos blogs trataré de hacer un recuento desordenado y anecdótico de muchos de esos discos, seguramente se me olvidarán algunos, porque la memoria es un oleaje ingrato, pero también estoy seguro que en este proceso recordaré algunos otros que al evocarlos me harán sentir un placer melómano y hedonista que muchos, para su infortunio, nunca podrán sentir.
Siempre me he compadecido de aquellos para los que la música no significa nada o muy poca cosa. Esa sí que debe ser una triste existencia.

Aquí va, nomás por que sí, un repaso sin ton ni son de la música de mi vida, aunque estoy convencido que el mejor disco todavía no lo tengo y todavía no lo escucho. El mejor disco siempre será el que descubriré mañana, así que ese disco, por razones de tiempo, no podré enlistarlo, por lo que va hasta hoy, este ejercicio de pasados y presentes, arranca aquí:

Qué decir del Secrets of the Beehive de David Sylivan y del It will end in Tears de This Mortal Coil? Escuché tantas veces estos dos discos que hasta mi madre se sabía las canciones y al final, hasta le empezaron a gustar. De Sylvian también tenía otros dos Lp´s el de Brilliant Trees y el Gone to Earth, así que me aventaba un ciclo completo del ex miembro de Japan para mí y mi soledad en la recámara. En aquella época tenía 15 años y no tenía una chica a mi lado para que me reclamara el poco tiempo que le dedico, así que la música era mi única fiel acompañante y alguno que otro libro.
Recuerdo que en aquella época solía decir que nunca iba existir un mejor disco para los días de lluvia, como el Secrets of the Beehive de Sylvian. Por supuesto que estaba exagerando...

Estoy convencido que no hay una canción de The Smiths que no me sepa y recuerdo toda clase de encuentros amorosos escuchando How Soon is Now?. Mi enganche obsesivo con mister Morrisey fue cuando yo tenía 16 y 17 años. Incluso hubo una ridícula época en que mi mochila cargaba los libros del primer semestre de la preparatoria y 6 cassetes de los Smiths para mi Walkman Sony con xtra bass y cassetes de metal. Todo el catálogo musical de los Smiths me gustaba y lo tenía, pero siempre sentí una profunda debilidad por el Meat is Murder, el Hatful of Hollow y el recién estrenado The Queen is Dead


Recuerdo perfectamente el primer día que escuché Electricity de OMD, estaba yo jugando futbol americano en un parque, tenía 12 años, y el carro del hermano de una amigo se acercó tocando esa canción a todo volumen en su autostereotocacintas (el cd todavía no se inventaba en el 82). Desde ese día supe que los sonidos nuevos habian cambiado mi forma de escuchar la música, y así fue...
También recuerdo que cuando tenía 14 años fui a ver el primer y más importante concierto de mi vida. Era el concierto de un grupo que tenía varios meses escuchando y habían decidido dar un concierto en San Diego, en esta su segunda visita por Estados Unidos. En compañía de un vecino "grande" de 16 años, que por cierto hoy está en la cárcel, fuimos a la Sports Arena:
entré , vi, me maravillé y fui "indecentemente feliz". Al salir aseguré que eso que había visto, era lo que yo quería hacer en la vida.
El grupo se llamaba: Depeche Mode . Eran los tiempos del Some Great Reward y eso fue lo que me dieron. Recuerdo bien que el promotor que los traía se llamaba Bill Sylva. En mi cuarto, en casa de mi madre, tuve el poster que promocionaba ese concierto pegado en mi recámara por varios años..

(continuará...)

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