estos dias
Me la he pasado adentrado enfermizamente en la producción de nuevas canciones. A veces pienso que podría vivir la vida de ese modo, sin saber más nada que de sonidos, y aunque me gusta la idea, también me aterra. Me da miedo lo fácil que me resulta desprenderme de todo y de todos, por estar metido grabando y componiendo canciones. Puedo dejar de pensar en casi todo, por estar escuchando un nuevo sonido o una nueva secuencia que me ha costado tres o más horas programar.
El diseñar un sonido, es quizá la parte más emocionante de la composición musical contemporánea. Un lujo que los músicos de otras épocas, nunca pudieron darse. Ellos se tenían que conformar con el sonido que su instumento de elección (piano, guitarra, trompeta, clavicordio etc) les generaba. De allí que su única obsesión era la estructura musical, no el diseño y la invención de nuevos sonidos.
Pasaron de una relativa sencillez musical, a la complejidad absuluta esclavizados a un mismo sonido o un grupo de sonidos.
Ahora, además de la estructura de una canción y sus componentes (ritmo, armonía, melodía), el enfoque está en la manipulación de los sonidos existentes y la generación de nuevos sonidos para hacer música.
Suelo pasar horas moviendo todos los botones de un sintetizador hasta lograr el sonido exacto que sólo aparecerá en una nota de la canción, pero que sin ese preciso sonido, la canción no hubiera sido la misma. A veces un sonido se transforma en la escencia de toda una canción.
La búsqueda y la obsesión en el diseño de sonido, es una adicción altamente gratificante. El inventar un sonido nuevo, es una droga. Un pinchazo directo al corazón...
esta es mi más reciente arma para la generación y manipulación de sonido. Un Korg MS-20.
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