Ante una pregunta de fuego
Me preguntaron, esperando fuego de mi lengua, si no me sentía ofendido o por lo menos sorprendido por el actuar de cierta persona conocida. Mi respuesta fue: cuando uno llega a los treinta y sus alrededores, la vida nos ha metido entre tantos vaivenes que, cualquier cosa que haga o diga una mujer, ya no nos resulta una sorpresa.
Las mujeres son seres inestables e impredecibles por naturaleza. No hay que tratar de comprenderlas, porque uno se puede volver loco en el intento. Con tratar de amarlas, es más que suficiente...
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