lunes, abril 07, 2003

Historias de viaje:

Este viaje al centro del centro del país, fue un tanto distinto a los demás. El año pasado estuve tres o cuatro veces en el Distrito Federal, pero nunca logré sentirme tranquilo del todo (paranoia norteña). Íbamos del hotel al soundcheck, y del soundcheck al hotel. Comíamos algo, lo que fuera, y por la noche de vuelta al lugar de la presentación. Algunas veces fueron espacios pequeños como El Colmillo y otras, grandes espacios como el Foro Sol o el Toreo de Cuatro Caminos. Las presentaicones fueron muy buenas, tanto en El Colmillo con capacidad para 250 personas, como en el Toreo , dónde más que un concierto, se vive un delirio alucinante compartido con 15 000 personas que gritan, bailan y respiran al ritmo de los beats norteños de nuestras laptops. Esa noche descifré lo que significa el surrealismo y viví allí por lo menos un par de horas.

Tengo grandes recuerdos de cada una de esas noches chilangas. Encuentros con amigos, encuentros con otros músicos, confesiones espontáneas de afecto y abrazos muchos.
Sin embargo, nunca me había sentido tan tranquilo como antier que nos presentamos en el Centro Cultural España. Creo que lo que más me gusta del D.F. es el centro histórico y sus cantinas, igualmente históricas. Nos hospedaron en el Hotel Catedral, así que todo transcurría en dos pares de cuadras: las cantinas, los restoranes, el lugar de la presentación, y la cama que nos vería caer rendidos después. También en esas cuadras habitaba el aire de esas calles convertidas en mercados, aire que también es histórico y que nos daba una emocionante sensación de bienvenida. La noche del viernes terminó a las 7:00 de la mañana del sábado, entre cervezas, fotografías, empujones, carcajadas y recuerdos memorables.

Raúl Cárdenas y Marcela de Torolab instalaron su Toro Manchado -una cantina norteña entre virtual y real- el cual nos hacía sentir muy cerca de casa y me hacía recordar el concierto de Nortec City, lugar en dónde se estrenó dicha cantina ambulante. Las cervezas eran gratis y las sonrisas y gritos también. Originalmente la idea era tocar un set downtempo en dicho espacio, Pepe Mogt presentaría el material de LatinSizer y yo el proyecto de Discar (ideado por mi hermano) y algo de BabelFish Trio. Pero los planes cambiaron y ante la adrenalina que montaba al Toro Manchado, sólo pudimos responder con otro set de tarolazos y tubas, como el que habíamos presentado minutos antes en el área principal del Centro Cultural España.

La única mala nota de la noche, la dió un achichincle trajeado que quería que obligatoriamente( por no decir a guevo) tocáramos más tiempo en el área principal y ante mi negativa a sus ruegos y chantajes, decidió aumentar nuestros honorarios diciéndonos: les doy mil pesos más, si tocan otra hora. Ustedes son muy buenos dj´s.
Mira cabrón, para empezar, no somos dj´s, y segundo, ofrecernos mil pesos más por tocar una hora en el área principal es un insulto-. Cuando me voltié para seguir tocando en el Toro Manchado -gratis, por cierto-, alcancé a oir que nos ofrecía dos mil.
Hay gente que no entiende o es realmente pendeja...

La mañana siguiente, no la viví, porque la pasé dormido. Nos levantamos a las cuatro de la tarde y nos dirigimos a la colonia Roma atendiendo una invitación a comer en casa de Priamo Lozada-quién junto con Taianna (una mujer guapa e inteligente, por cierto) fueron los curadores que nos habían invitado a tocar-. Fuimos bien recibidos por Priamo y su pareja y un par de perros que de tan bien portados parecían gatos: Matute y Azul. El primero de los anfitriones y el segundo de Silvia Gruner a quién todavía no teníamos el gusto de conocer, ya que al momento de nuestra llegada, ella todavía dormitaba el final de sus siesta. Priamo preparó un exquisito platillo a base de salsa de coco y especias, que parecía una variante del mole, pero en versión tailandesa. Una explosión al paladar y al gusto, la cual acompañamos de vino tinto Santa Rita y excéntricos pepinos. La plática fluyó al igual que la comida. Silvia nos platicó que había estado en Berlín cuando Nortec anduvo por allá, pero que el destino no había acercado a los norteños a ella en aquella ocasión. Después de hablar buen rato de la arquitectura local y de su posible condesanización. partimos en taxy al aereopuerto.
En fin, fue un fin de semana de intensa amabilidad chilanga.

Esta vez no pude ver a Mario Bojóquez, ni a Deborah Holtz, ni a Rogelio Villarreal, ni a Jorge Reyes, ni a Andrés Ramírez, quienes en otras ocasiones han hecho mis felices noches chilangas, pero ya habrá nuevos proyectos que nos llevarán de nuevo por los vientos históricos del centro

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