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No voy a lecturas de poesía, ni a presentaciones de libros, desde hace años, porque llegué a la conclusión de que las palabras son para leerse y entenderse en soledad y que la única Poesía posible está en las cantinas.
Las lecturas públicas siempre son aburridas y estoy cierto de que nadie entiende cabalmente un texto hasta que no lo lee por sí mismo.
A mí no me lean sus textos que desde la primaria me enseñaron a leer solo. Mejor, en todo caso, préstenmelos.
¿Entonces qué caso tiene asistir a un espectáculo en el que el público realmente no participa, sino que se conforma con ser el espectador inmóvil y callado, hasta que llega la hora de celebrar lo que no se entendió del todo, con aplusos? Ninguno.
Si la lectura es un acto solitario, para qué aferrarse a lo contrario. Así está bien. Déjenla.
Nos vemos en el after.
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