Confesiones de Invierno
No aguanto más las ganas de confesar que creo que Serge Gainsbourg es El Cantante.
Encontré un disco que pensé perdido y no puedo dejar de escucharlo:
Ballades & mots d´amour.
Escuchar a Gainsbourg es como un gran sorbo de champagne por los oídos, es un Habano auditivo; el momento exacto cuando la música se convierte en selecto vino tinto de reserva, y seguimos vivos para contarlo.
Porque lo mejor del gozo, es compartirlo. Eso me lo ha enseñado la vida.
Gainsbourg tuvo la maravillosa idea de grabar a sus amantes mientras les hacía el amor y luego regaba sus canciones con esos hermosos gemidos que sólo son posibles por el disfrute álgido de la pasión.
Lo contraproducente de dichos atrevimientos sonoros, son las fijaciones mentales que provoca.
Por eso a Gainsbourg es mejor escucharlo acompañado.
Yo estoy acá disfrutándolo mientras bebo un par de cervezas TKT (a pesar de mis promesas), cuando mínimamente debería estar degustando una Cerveza Tijuana oscura y bronca. Es una lástima que la vida no encuentre sus justos complementos, ni yo las ganas de salir de casa.
Como un remedio temporal, imagino que camino por los Champs-Elysées y que el Sena será un artificio nocturno para disfrutar la luna.
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