lunes, julio 17, 2006

Crónicas de ciudad

Hay dias en que los conciertos son buenos y dias en que los conciertos son como los de la noche del sábado en Nueva York.
Desde el soundcheck presentía que se pondría bien la noche, pero nunca imaginé que el aforo fuera de cuatro mil personas con boleto pagado. Una noche inolvidable y un montaje de escenario, luces, video y sonido, a la altura de las circunstancias.

Antes del concierto, tuvimos una sesión de fotos para la prestigiada revista Rhythm (ya era hora que nos pelaran!) y de allí a tocar una hora y cuarenta y cinco minutos, acompañados de un clarinetista y un trompetista que se hicieron presentes esa noche, directamente desde la zona centro de Tijuana.
Lo mejor fue darnos cuenta que el público reconocía las canciones y estaba muy sincronizada con cada beat que salia de las laptops.

Para celebrar la noche y para alargar el encanto newyorkino, por recomendación de una amiga reportera colombiana de nombre Erika -la super villana- y que ahora radica en la gran manzana, nos fuimos a un lugar llamado Siberia Bar ubicado en las calles Cuarenta y Nueve. Un lugar sin letrero o anuncio, que se identifica sólo por un foco rojo a media luz sobre la puerta. Adentro, un bar con rocola y buenos discos, un gerente negro travestido pero amable y varias máquinas old school de videojuegos, que sólo sirven de decorado, ya que nadie juega con ellas.
Buena cerveza y precios accesibles. Ya pasadas las cuatro de la madrugada, hasta te dejan fumar tabaco. Algo prohibido en el resto de bares de la ciudad. Buena plática con un par de cineastas de la India y China.
Regresamos al hotel, después de haber desayunado, a las 6 a.m..
Dormimos hasta las 4 p.m. y tomamos el vuelo de regreso a San Diego por la noche.

Espero volver pronto a NY y al Siberia Bar.

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