fin de semana elegido
Quisiera estar rumbo a Ensenada y pasar un par de días desconectado del mundo, de mi mundo.
Quisera viajar por la carretera escénica y ver el mar justo al caer la tarde, llegar a un cómodo hotel y cenar en la Antigua Embotelladora, en el Manzanos o en el Kaja; una cena de esas en que los platillos son la razón misma del festejo, aunque lo que supe de éste último restorán de comida vasca, es que al dueño se lo llevó la interpol que por haber sido terrorista de la ETA en sus años mozos.
Quisiera beber un par de botellas de ese vino que se llama Serafiel 2001 (Cabernet/Syrah) y que los expertos sommeliers dictaminaron que es el mejor que tiene México actualmente, el cual se produce orgullosamente en nuestro espléndido Valle de Guadalupe (el burdeos de la Baja California).
Al siguiente día, quisiera ir a desayunar a Las Rosas y comer con tortillas recién echas mientras miras a lo lejos una alberca que se confunde con el mar en el horizonte. La champaña es cortesía de la casa, aunque yo todavía sospecho que es sidra, pero igual es un buen pretexto para iniciar a subir los grados de alcohol en el cuerpo, independientemente de la Denominación de Origen.
De allí un poco de Hussongs no le cae mal a nadie, algunas rolitas norteñas para apagar el rumor de la gente y para sentir la historia de una cantina que ha visto pasar a más de cinco generaciones. Después partir, sólo para ver el atardecer en alguna playa cerca a San Miguel, donde las rocas gigantes siempre son una dulce compañia.
Al caer la noche, un jacuzzy hirviendo se puede hacer cargo del resto, además de un poco de fresas para hacer explotar al paladar y una botella de champaña cuasi-congelada (ésta sí certificada), serían el descorche final de unas mini-vacaciones perfectas.
Al fondo tiene que sonar esa canción de Tindesticks que habla sobre Cristal (la champaña que bebían los zares rusos, no el polvo)
Lo maravilloso de vivir en Tijuana, es que todo éste elixir urbano-alcohólico-culinario-histórico-acuático-natural está a 50 minutos de mi casa. Sólo tengo que hacer llorar a mi cuenta bancaria.
Adoro Ensenada y sus alrededores...
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